Isabel Callejas, sonidista mexicana, es una apasionada de su oficio: encontró la posibilidad de crear atmósferas y narrativas donde otros quizás solo advertían cables, consolas, secuencias y decibeles. Cuenta que de niña practicó piano y más adelante, cuando estudió en el Centro de Capacitación Cinematográfica, pudo unir esa sensibilidad por los sonidos y lo musical con su otro gran amor, el cine.
“El sonido es un lenguaje y está presente en todos nosotros, en nuestra vida diaria. Lamentablemente, el sonido lo explotamos de una manera funcional, no narrativa, emotiva y menos reflexiva. Fue por ahí por donde me llamó, pensar que el sonido puede contar historias y generar sentimientos más allá de solo la imagen” afirmó.
Ella también encontró inspiración en generaciones anteriores de mujeres sonidistas, como Aurora Ojeda, Gaby Espinoza, Susana Garduño: “Ellas abrieron el camino para que más mujeres entráramos al mundo de lo técnico. Cuando empecé en los sets en los noventa, era muy raro conseguir más mujeres que lo hicieran, pero afortunadamente ahora ha habido apertura a que más mujeres tengamos acceso y también a contar muchos tipos de historias. Eso hay que seguirlo fomentando y aprovechando”.
Actualmente está en un proyecto de serie para plataforma y preparada por comenzar otro, además de una película. Ha trabajado como sonidista sobre todo para cine, aunque explica que en el contexto actual, las series son una buena fuente de trabajo, sin embargo, las películas también “están encontrando la manera”. Algunos de sus trabajos fueron El violín, dirigida por Francisco Vargas; Güeros y Museo de Alonso Ruizpalacios y La 4.ª compañía, de Amir Galván y Vanessa Arreola.
Callejas se dedica al sonido directo, la fase primigenia en donde se registran la mayor cantidad de sonidos durante la filmación: “El sonidista es el que hace que el cine pueda hablar”.