El fraude publicitario, también conocido como tráfico inválido (IVT), es la representación fraudulenta de impresiones, clics, conversiones o eventos de datos publicitarios en línea para generar ingresos.
La mayoría de estas acciones están generadas por bots —tráfico no humano— que afectan significativamente el retorno de la inversión en medios de un anunciante y, a la larga, pone en peligro la reputación de la marca.
El síntoma más obvio del fraude publicitario son los clics inflados frente a las visitas al sitio web. Si bien es posible que los visitantes cancelen la carga del sitio, no debería haber una gran disparidad entre los clics y las visitas al sitio web.
EE UU y Latinoamérica son los lugares donde más creció el fraude publicitario. El primero porque es el país más digitalizado y con más aceptación de las compras online y el segundo por ser la región con mayor penetración de smartphone por familia, pero también por ser la que tiene menor educación digital.
“Ambos son blancos fáciles para un negocio que maneja 20 billones al año y que se fue multiplicando en los últimos años, sobre todo a partir de la pandemia. Hoy, el 31% del tráfico web es fraudulento” remarcó Matías Poso Alonso, CEO & Partner en Balloon Group, quien puso como ejemplo que actualmente el 15% de los fraudes se concreta a través de los móviles cuando hace cinco años era apenas del 3%.
El fraude publicitario puede concretarse a través de publishers sirviendo múltiples banners en el mismo espacio y de la alteración de referrers para simular premium publishers
El fraude en el nivel de los clics puede ser por Paid to Read (PTR), que consiste en generar clics inútiles (como marca o compañía estás pagano por clics que no van a tener retorno, ya que se alteran métricas sobre la estrategia comercial) o Clicks Farms, que es la generación de vistas falsas desde bots —generalmente situados en países asiáticos o Europa del Este— que ocurren en horarios no convencionales para América Latina.
En tanto, el fraude en el nivel de atribución puede generarse por dos vías: por Click Fooding, donde se falsean clics intermedios en el proceso de una compra o descarga para simular una atribución inexistente, falsear reportes de clics en momentos específicos o robar la información; o por la Alteración de Referrals, para que las compras o descargas parezcan generadas desde otro canal.
“El negocio es gigante y avanza muy rápido, por lo que las empresas tienen que invertir mucho dinero para que las transacciones sean seguras” remarcó Poso Alonso.
También hay otros tipos de estafas, como las que ocurren en las redes sociales. Allí, los estafadores crean perfiles falsos —similares al de las marcas originales— para captar a aquellos usuarios distraídos que se muestran permeables a comprar desde esos sitios apócrifos.
Otra posibilidad es que el estafador descargue la aplicación móvil de la empresa y pague los bienes o servicios consumidos con la información de una tarjeta robada.
En lo que respecta al fraude de registros, ocurre cuando la persona se apodera de las promociones especiales de una empresa creando cuentas falsas y utilizando tarjetas robadas para obtener la oferta promocional. Es decir, realiza una doble estafa.
El fraude digital también puede ocurrir a través del correo electrónico empresarial, ya que los delincuentes utilizan sofisticados ciberataques para obtener el acceso al dinero de una empresa.
La adquisición de cuentas también constituye otra forma de fraude. En este caso, los estafadores utilizan credenciales de inicio de sesión robadas por intermedio de violaciones de datos, pishing o piratería para realizar compras online. “Es cuando recibimos invitaciones a suscribirse pero provienen de URL no verificadas” explicó Poso Alonso.
Hoy en día hay tres casos específicos de mayor volumen: el fraude en pruebas de tarjetas de crédito, que es cuando alguien obtiene acceso a uno o más números de tarjetas de crédito robadas; el fraude amistoso, que se produce al comprar un servicio o artículo en línea y luego solicita una devolución de cargo al procesador de pagos alegando que la transacción no es válida; y el reembolso de fraude, que se genera cuando alguien usa una tarjeta de crédito robada para realizar una compra en un sitio web de comercio electrónico.
“Se trata de acciones que tienen muchos años pero que no pasan de moda. Los ciberdelincuentes buscan innovar y hay que estar atentos a todos estos procedimientos” sostuvo el CEO de Balloon Group.
Si bien Poso Alonso está convencido de que los anuncios digitales pueden ser una excelente manera de promocionar o encontrar nuevos socios con quienes hacer negocios, advierte que “hay que tomar recaudos correspondientes antes de comprar como googlear sobre la empresa y leer reviews, y más si es la primera vez que compramos en ese sitio”.