El pasado jueves 17 se estrenó en Colombia de El canto del auricanturi, película de la directora Camila
Rodríguez Triana. La cinta es
una producción de Mutokino (Colombia) en coproducción con Gema Films
(Argentina), con el apoyo de Proimágenes Colombia, el Instituto Nacional de
Cine y Artes Audiovisuales – INCAA (Argentina) y el Programa Ibermedia. Su distribución
corre por cuenta de Danta Cine.
La obra cuenta la
historia de Alba y Rocío, una madre y una hija que han estado
separadas durante años como consecuencia de un conflicto armado que se vivió en
el territorio que habitaban. Rocío regresa a la casa de su infancia para
reencontrarse con su madre que ha aparecido después de años de no saberse nada
de ella. En ese reencuentro Rocío descubre que su madre ha dejado de hablar porque
el trauma la ha silenciado. A primera vista pareciera que el tiempo
transcurrido ha creado una distancia entre ellas.
“Acompañar,
proteger, cuidar son los actos constantes de estas dos mujeres en los que su
historia de amor se hace visible ante nuestros ojos. Es un amor expresado con
el tacto, con la mirada, con la escucha atenta, con la presencia. A Rocío y
Alba les angustia más el dolor de la otra que el propio. Vemos a Alba acariciar
dulcemente el cabello de su hija que está sentada con la cabeza sobre sus
rodillas porque tiene miedo y después escuchamos a Rocío decirle a su madre ‘Yo
estoy con usted’ para tranquilizarla. Estar la una con la otra es la manera que
estas dos mujeres tienen de amarse” explicó la directora.
Para el productor Felipe Guerrero, quien ya ha trabajado con
Rodríguez en otros proyectos, la labor de la cineasta se vio nutrida por su trabajo
como artista visual. “Los
intereses de Camila en la memoria la han llevado a trabajar con diferentes
materiales y a encontrar en cada uno de ellos una marca del tiempo, elaborando
el recuerdo traumático que habita en la víctima. El canto del
auricanturi refleja el trabajo cuidadoso y paciente presente en sus
obras artísticas, el pulso de alguien que teje y vuelve a tejer una idea que
debe convertirse en imagen y texto, dando nombre a una profunda emoción”.
Por
su parte, la directora Camila Rodríguez Triana comentó que el
rodaje se desarrolló en el pueblo de Santander (ubicado en el departamento de Nariño,
en el extremo suroeste de Colombia). Asimismo, destacó la influencia que
tuvieron sus habitantes en la realización de esta obra cinematográfica: “Ellos
fueron una parte muy importante. Esta película fue posible gracias a la
generosidad de estas personas, que no solo nos permitieron estar en el pueblo,
sino que además nos ayudaron y colaboraron con todo el trabajo de producción.
Los actores naturales que viven en Santander y sus alrededores tuvieron una
entrega física y emocional absoluta con el proyecto” concluyó.