Las salas de cine colombianas recientemente acogieron una propuesta cinematográfica atípica. Se trata de El vaquero, una película que se enmarca dentro del western, pero que se aleja de los elementos estereotípicos de este género, como los desiertos norteamericanos, las disputas con bandidos y las escenas de tiroteos. La cinta de la directora Emma Rozanski retrata una visión alternativa, donde la protagonista es una mujer que se desenvuelve en escenarios colombianos.
El vaquero, film independiente producido por Kitbat y Parpadeo Estudio, cuenta la historia de Bernicia, una silenciosa y reservada mujer que tiene una vida normal hasta que llega un caballo extraviado al restaurante donde trabaja. A partir de allí, ella inicia un recorrido por un paisaje rural en una búsqueda espiritual de sí misma, mientras explora su vínculo con la naturaleza que la rodea.
Rozanski comentó que esta obra se inspira en algunos elementos del western, como paisajes naturales en campo abierto: “Con la cámara intenté grabar planos muy amplios de Bernicia teniendo una relación cercana con su caballo, de ella mirando el atardecer, su silueta de vaquero contra el sol, y escenas de ella en un saloon que recuerda un poco a un bar del Oeste”.
Además del western, la cineasta incluyó aspectos como el drama y la introspección para alimentar una trama “más tranquila” en la que no se exalta la violencia ni la venganza.
Las grabaciones de El vaquero se desarrollaron en el Parque Ecológico Matarredonda, ubicado en el páramo del Verjón en el municipio de Choachí (a 42 kilómetros de Bogotá). Asimismo, rodaron en Ubaque (pueblo a 50 kilómetros al oriente de Bogotá) donde usaron locaciones como una plaza de toros abandonada, tiendas, carreteras, fincas y jardines. “Todo el pueblito fue muy amable y abierto con nosotros para cualquier cosa que necesitáramos. La policía nos ofreció ayuda para cerrar unas calles por unas horas” aseveró.
Rozanski, quien es australiana y reside en Colombia, destacó las virtudes del país sudamericano: “Colombia tiene muchas locaciones con potencial para hacer western; los páramos no son típicos de estos géneros, pero son como desiertos mojados, abiertos y tranquilos, y los frailejones equivaldrían un poco a los cactus; también están los Llanos Orientales que pueden funcionar bien”. Asimismo, destacó la relevancia de los estímulos automáticos de promoción del Fondo de Desarrollo Cinematográfico que permiten exhibir películas en salas alternativas y en pueblos.
EL MOMENTO DE LA INDUSTRIA
Sobre la industria local destacó que “es un buen tiempo para el cine colombiano, hay muchos jóvenes con interés y mucho talento, con entusiasmo para hacer cine independiente. Hay muchas producciones extranjeras en Colombia, lo cual trae trabajo a la gente y aumentan sus habilidades para que puedan usarlas en sus propias películas”.
Comparó la industria colombiana con la de Australia, donde según dijo hay “mucho apoyo para el cine porque Australia sabe que las industrias artísticas y creativas traen mucho dinero al país. El gobierno de Colombia se ha dado cuenta de eso también y creo que es algo inteligente, aquí hay muchas posibilidades y estoy emocionada por ser parte de esta industria”.
Por último, destacó la importancia de retratar a las mujeres en el cine con roles complejos e interesantes: “Creo que cuando el cine no tiene una representación profunda de las mujeres, es un cine del pasado. Necesitamos una diversidad delante y detrás de la pantalla, para sembrar más equilibrio en nuestra industria a la hora de seleccionar nuestros equipos y personajes. Cuando los guiones tienen más variedad de personajes son más interesantes” concluyó.