Los spots aspiracionales marcaron un antes y un después en la industria publicitaria cuando nos vimos todos sumergidos en la época “Old Fashion” de Madison Avenue, como ícono urbano de la publicidad. Nos regocijamos con aquellas gráficas y spots audiovisuales que generaban deseo y aspiración sin límites. Las marcas asumieron, de alguna manera, que la publicidad y la responsabilidad social iban por vías diferentes. Una era un deseo y la otra, un deber.
En la actualidad y de manera acelerada, ante contextos disruptivos como la pandemia, la desigualdad o los cambios climáticos atravesamos una nueva era de mayor concientización. Las marcas asumen la responsabilidad de generar contenidos de mayor conciencia social y sustentabilidad. La creatividad debe estar puesta al servicio de las causas que preocupan a la humanidad y ponen en riesgo al medio ambiente, así como también en la valoración del tiempo y el desarrollo personal.
Los que generamos o materializamos ideas debemos estar alineados en una única dirección, la de impactar mediante la concientización de un consumo responsable, aportando contenido de valor de manera auténtica y simple.
“Detrás de una buena idea debe haber una buena causa, de eso se trata la búsqueda”. El “arte de impactar” consta en poner en acción aquel valor creativo que movilice a la gente, y cuyas consecuencias sean sostenibles en el tiempo.
Construir conciencia en nuestra diversidad es un deber común que nos une.
“El compromiso en la creatividad genera impacto”.