Según un estudio de Olsberg SPI de junio de 2020, en promedio el 67% del gasto en producción audiovisual llega a sectores fuera de la industria. Es decir, la industria audiovisual tiene un impacto positivo significativo más allá de su sector, para la economía en su conjunto.
Entender a la industria audiovisual como motor de la economía, es la lógica para que los países ofrezcan incentivos a la producción.
“No hay un único ‘paquete’ ideal de incentivos. Hay que recordar siempre que un incentivo es apenas uno de los cuatro pilares básicos para una industria audiovisual sostenible. Los otros tres son: mano de obra cualificada, infraestructura y servicios, y un ambiente film-friendly. Varios gobiernos han entendido el valor de la industria audiovisual para el crecimiento económico de sus países debido a su impacto en otros sectores económicos” dijo Steve Solot, asociado para Latinoamérica de Olsberg SPI.
Más allá de evaluar la eficacia de los incentivos por el logro en la atracción de producciones internacionales, se deben considerar gastos de producción directos, indirectos e inducidos, pero además existen múltiples beneficios adicionales, como en áreas del llamado “turismo cinematográfico”, indica Solot, tras agregar otros beneficios para el país que asume ofrecer incentivos a la producción audiovisual. “Además, hay que destacar valores culturales y patrimoniales, el impacto permanente en la capacitación de la mano de obra en toda la cadena de producción, entre otros, aunque técnicamente, los estudios normalmente cubren: la creación de puestos de trabajo full-time, el valor económico agregado bruto, y la rentabilidad de la inversión”.