Celina Amadeo fue esposa y socia de Lecouna durante más de 30 años y contó a PRODU cómo se conocieron: “Fue en los años 70, por
casualidad. Una amiga me pidió que la acompañara a un casting, un programa de
televisión en donde se promocionaban temas musicales y los jóvenes bailábamos.
En ese estudio, Raúl era el productor y yo ahí me enamoré de él
y de la televisión. Decidí continuar mi vida con él como esposa y como socia”
recuerda.
Contó que en 1984 decidieron arriesgarse y encarar un
proyecto propio. “Hipotecamos nuestra casa, pedimos dinero prestado a todo el
mundo y produjimos nuestra primer telenovela que se llamó Amo y señor. Grabábamos
en nuestra casa, en la de los vecinos, en el supermercado, la farmacia, el
restaurant del barrio. Los vecinos y amigos hacían de extras. Ese éxito nos
permitió a principios de los años 90 comprar lo que luego sería nuestro primer
estudio, Sonotex. En 1992, el canal de televisión más importante de argentina se incendió y en cuestión de semanas estábamos manejando toda la
producción del canal; y produciendo cuatro telenovelas
simultáneamente; con los protagonistas más importantes de Latinoamérica. A
partir de allí, Raúl creó varios estudios de televisión, miles de horas de
ficción, miles de puestos de trabajo, enorme cantidad de éxitos, nuevas
oportunidades internacionales para las figuras locales y sobre todo dejó el
legado de su pasión por este medio”.
Compartió con Lecouna
más de 30 años de vida personal y profesional “pero sin duda nuestra mejor
producción son nuestros tres hijos: Agustina, actriz; Delfina, productora, e
Ignacio, director y productor. Grandes personas y excelentes profesionales, que
aman este mundo audiovisual. Desde muy pequeños compartieron nuestro proyecto
profesional de producir, contar historias, de soñar” dijo.
Nada mejor para entender a
Raúl en lo personal que conocer lo que expresó su hija Delfina en el
entierro: “Mi papá fue un hombre que vivió su vida plena e intensamente y
siempre a su manera. Un disfrutador nato. Amaba su profesión, fue un hacedor
incansable que cuando se proponía algo, sin importar qué, iba hasta el final,
sabía lo que quería y trabajaba duro para conseguirlo. Su generosidad era
enorme. Nuestra casa siempre fue un lugar de puertas abiertas, los fines de
semana se llenaba de amigos, familia, un asadito, un padel, una fiesta, algún
mundial compartido, de eso se trataba, de compartir y vivir disfrutando. Papá era
un contador de cuentos, de historias, increíblemente, sus héroes o heroínas
venían de un pueblo a triunfar a la gran ciudad y él en definitiva fue eso, un
chico que vino de San Andrés de Giles a cumplir sus sueños a Buenos Aires y
vaya que lo logró. Gracias por todo, pa,
te vamos a extrañar” finalizó.