A Eduardo Sánchez Rugeles, escritor literario y guionista venezolano, lo ha atrapado la pasión por el audiovisual. Tras haber escrito libros como Blue label/Etiqueta azul (2010) y Jezabel, que se convirtieron en películas, ha incursionado a tal punto en esta industria, que ahora se dedica más a desarrollar este tipo de contenido que a la literatura misma.
“En los últimos años he estado trabajando más en el audiovisual sin abandonar la novela” dijo. De hecho, se ha dedicado a hacer guiones por encargo.
Explicó que tras aceptar las invitaciones de los cineastas venezolanos Alejandro Bellame y Hernán Jabes, para llevar al cine Blue label/Etiqueta azul y Jezabel, participó
en la escritura de los guiones y se especializó en el oficio. “Fue la maestría como guionista. Con ellos aprendí el formato, cómo escribir una escena, una acción, las diferencias entre exposición, narrativa literaria y exposición para un audiovisual”.
Sánchez Rugeles, quien lleva 15 años viviendo en España, explica que ahora las productoras lo buscan en proyectos de series donde se necesita hacer un episodio piloto, construir una ‘biblia’ para vender el proyecto. “Ese es el tipo de contenido que aporto hablando metodológicamente. Puedo construir una sinopsis, un tratamiento, el brochure, descripción de personajes, sinopsis de la temporada completa, sinopsis de cada episodio y luego un borrador de lo que será ese episodio piloto que, por supuesto, luego cambiará con la mirada de un director, cuando haya un equipo de producción ya más consolidado”.
LE APASIONA EL TRABAJO AUDIOVISUAL
Lo que ha atrapado a Sánchez Rugeles del mundo audiovisual es el contraste entre el trabajo en equipo que supone una producción versus la solitaria y ensimismada redacción literaria.
“Me gusta el trabajo en equipo del audiovisual porque si hay un contraste entre la creación literaria novelística y la creación audiovisual es justamente la soledad frente a lo gregario. Tú como autor literario estás solo contigo, tu ego negociando con sus fortalezas, debilidades, complejos y demás; y sí, puede que quizás luego haya un editor que te haga algunas observaciones y tú las tomas, pero es un trabajo muy del yo contra el yo. Mientras que cuando trabajas en el audiovisual pones en contraste muchísimos puntos de vista, muchísimas revisiones, muchísimas miradas. Trabajas con el director o con un equipo de productores, luego entra el actor, luego tienes que adaptar lo que se escribió a las posibilidades reales de lo que se puede hacer y entonces ahí escuchas a otras personas que están vinculadas al proyecto”.
Dijo que procura que ese diálogo que se genera durante el desarrollo y producción de un proyecto audiovisual sea constructivo. “Eso es muy divertido para mí. Me gusta ver cómo el guion se transforma, como el actor y su vocalización le da un enfoque distinto a lo que se planteó en el texto y luego cómo el editor corta, pega, baja el volumen, quita o pone. Eso me me parece muy atractivo y en concreto, el audiovisual me resulta muy apasionante”.
SERIES Y LIBROS PUEDEN COEXISTIR
En su opinión, la literatura y el contenido audiovisual no compiten. “Creo que ambas experiencias estéticas, tanto el cine, la serie, como la novela comparten un espacio de ocio de la persona y cada experiencia te ofrece algo distinto. La serie no va a matar al libro nunca. Puedes leerte la novela, ver la serie y ver la película, y disfrutar de esas tres experiencias sin necesidad de posicionar una sobre la otra”.
Pero como oficio considera que el guion da más trabajo y es una cuestión más profesional. “Mientras que las novelas son unas inquietudes personales, historias que quiero contar, cosas que están por ahí. A veces no escribo con la regularidad que quisiera porque tengo que hacer los guiones y tengo que trabajar, pero en ningún momento dejo de tener la historia novelada en la cabeza”.
TEMA VENEZUELA ESQUIVO PARA PRODUCTORAS
Toda la obra literaria de Sánchez Rugeles está marcada de alguna manera por la crisis política, económica y social de Venezuela. Su ultima novela, El síndrome de Lisboa (2020), es una metáfora a un cataclismo mundial que también alude a la grave coyuntura que afecta a su país. Sin embargo, todas las consecuencias que esto ha generado —una diáspora masiva a la que
él mismo pertenece— incluye que sea un tema incómodo y rechazado por la industria del contenido.
Aunque considera que el tema de la venezolanidad es literariamente muy atractivo y se le sacará provecho en el futuro, actualmente está vetado. “Es muy paradójico porque si bien hay muchas personas que están trabajando desde las artes, desde el cine, desde la literatura fuera de Venezuela, el tema ‘Venezuela’ como tal sigue siendo muy incómodo de cara a productoras, de cara a editoriales porque no es rentable, porque Venezuela como lugar de inversión es un espacio peligroso” dijo. Y ante la posibilidad de producir en el país, explica que distintas productoras, aunque les presenten proyectos interesantes, prefieren hacerlo en otros territorios.
Incluso esta realidad ha impactado la editorialmente la obra literaria de Sánchez Rugeles. “Si bien tengo 15 años de residencia en España, mi novela más reciente la publican en Miami, también con una traducción al inglés en Nueva York. El territorio español es el que se me ha hecho un poquito más esquivo, pero todavía es una arena en la que estoy allí dando la batalla”.
Pero a pesar de todo esto, el escritor es optimista de que el tema de su país conseguirá ser apreciado y retomado en un futuro cercano. “Cuando todo esto pase, cuando este momento turbio de la venezolanidad haga una pausa y las cosas cambien, la mirada sobre toda esta experiencia de los últimos 20 años desde el punto de vista literario y cinematográfico va a ser muy rica. Van a haber muchas historias y testimonios terribles que contar, y que ya se están haciendo”.
Ver entrevista a Eduardo Sánchez Rugeles