La llegada casi en simultáneo —más por azares programáticos de la pandemia y del mercado centrado en la búsqueda de IP rentables— de tres grandes clásicos de la literatura latinoamericana habla de la oportunidad que tienen historias locales de colarse con éxito entre las grandes audiencias y de la consolidación de la industria audiovisual de la región con un gran impulso de las plataformas de streaming.
Las tres obras, Pedro Páramo, Cien años de soledad y Como agua para chocolate tiene detrás más una década de cultivo del negocio y de fortalecimiento de las productoras locales con el músculo financiero de grandes como Netflix, Amazon y Max. En el camino está la adaptación de Prime Video a una serie de 8 episodios de La casa de los espíritus que, como la novela de Laura Esquivel, ya habían tenido una exploración cinematográfica desde Hollywood, pero ahora están siendo contadas desde la región en las que están insertadas culturalmente esas historias.
Más que el triunfo del género, este momento habla de una consolidación de la alta factura en la industria latinoamericana que ya tiene cómo producir sus grandes obras capitales que definen parte de la identidad de la región. Del boom de las narcoseries que marcaron el inicio este camino audiovisual la región ahora se están yendo más a fondo con contenidos que también reflejan el ser latinoamericano desde otra aproximación estética.
El fundador de Punta Fina, Raúl Prieto, lo ve como un acierto. “Como latinoamericanos, somos exagerados. El realismo mágico es absolutamente latino y describe nuestra personalidad, en la que somos capaces de admirar y entender cuando algo no se corresponde 100% de la realidad”. El término, acuñado por el intelectual venezolano Arturo Uslar Pietri, como una categoría para entender la literatura latinoamericana del siglo XX, centrada en “presentar y expresar el sentido mágico de una realidad única”.
El productor agrega que la llegada de la mano de las plataformas ha implicado una democratización del género por esa capacidad masificadora que tiene el medio. Asímismo, por el poder que han demostrado de lograr hacer cruces intergeneracionales de la cultura. “El que no se había leído el libro, ve la serie y luego lee el libro”. Cien años de soledad, una novela que ganó el Premio Nobel de Literatura hace más de 60 años, está ahora en la conversación de las generaciones más jóvenes.
Cien años de soledad le permitió Colombia mostrar que está preparada para realizar una producción de esta envergadura, que tuvo un presupuesto de cerca de US$50 millones. Todo esto se logró también gracias a los incentivos fiscales que tiene Colombia, que la hacen atractiva para grabar allí.
La serie producida por Dynamo tuvo un equipo de más de 900 personas, en su mayoría colombianas, delante y detrás de cámaras. Se grabó en 22 municipios de Colombia. Tuvo como locación principal, Alvarado, municipio de Tolima, al intermedio del país, donde se construyó Macondo sobre un terreno de más de 540.000 m².
Fue una apuesta que asumió la plataforma en cabeza de Francisco Ramos, VP de Contenidos de Netflix para Latinoamérica. El resultado fue muy destacable. Cien años de Soledad estuvo durante cuatro semanas entre lo más visto en el streaming con más de nueve millones de vistas, de acuerdo con cifras oficiales.
HISTORIAS CON GARANTÍAS
Jerry Rodríguez, showrunner y productor ejecutivo de la serie Como agua para chocolate, y SVP Head of Scripted de Endemol Shine Boomdog, afirmó que el realismo mágico forma parte de varias de las grandes joyas literarias latinoamericanas, por lo que la tendencia de este género en la pantalla, viene a ser consecuencia de la demanda de esas grandes IPs por parte de las plataformas.
“De primera pensaría que pudo ser casualidad, pero luego de la contracción que hubo en el mercado, se salió a la búsqueda de grandes IPs que dieran ciertas “garantías” a las plataformas. Se necesitaban proyectos con bases de fans importantes, proyectos que llegaran a la mesa de negociaciones ya con cierto prestigio, como fue el caso de Como agua para chocolate. La idea es apostar por producciones que gran parte del público ya conoce. Allí coincidió que varias de estas grandes IPs, estén impregnadas en la tradición latinoamericana del realismo mágico” explicó.
Afirmó que el realismo mágico, más allá de un género literario, es una forma latinoamericana de ver la vida, y tiene un encanto muy particular para otros países, en donde no existe esa visión. “Nosotros le damos un sentido poético, mágico, a muchas de las cosas que suceden a nuestro alrededor diariamente. Además, creo que lo más importante de rescatar este género, es que nos ayudan a mostrar una mayor variedad de temas que nutren nuestras historias. Nos salimos del estereotipo, de esa visión de que nuestros contenidos solo abordan el tema del narcotráfico, la violencia y la pobreza. Nos da la oportunidad de mostrar otra cara de nuestros países”, dijo, tras comentar que es importante que el mundo vea otra faceta de la realidad de nuestro continente.