Voceros de Tinta, asociación de escritores audiovisuales y cinematográficos de México, comentaron la situación que viven como gremio y que puede resumirse en el poco reconocimiento y participación que se les da como autores de la obra audiovisual; las dificultades que tienen para el pago de derechos y regalías, así como prácticas en las relaciones de trabajo, heredadas de una época que no se corresponde con los cambios que exige el momento.
La organización está por cumplir tres años y está formada por casi 200 asociados y asociadas. Además de proteger los derechos de los escritores, realizan un debate interno para lograr acuerdos: por ejemplo, contar con tabuladores con precios mínimos para las distintas etapas del trabajo, términos en los contratos y ajustar algunas reglas mínimas en la relación laboral que tienen con sus clientes (plataformas de streaming, productoras o canales de televisión).
Explicaron que mucho del problema tiene que ver con procesos que se trasladaron desde la práctica de hacer telenovelas, y aunque ahora se hacen otros productos, estos esquemas en las relaciones laborales y en la manera en cómo se ejerce el poder, siguen prevaleciendo.
“Anteriormente el proceso de hacer una telenovela implicaba estar continuamente entregando guiones aprobados, que a su vez eran pagados. En una serie te puedes pasar ocho meses con un guion, en el que a veces se tarda aún más tiempo la aprobación” explicaron.
Explican que los productores no han querido cambiar esta forma de trabajo, porque no les conviene, pues les afecta económicamente.
Aseguraron que muchos de sus miembros han denunciado situaciones, en las que han sido prácticamente obligados a ceder no solo los derechos por la obra, sino todo el universo, incluyendo precuelas o spin-offs. Se trata de situaciones que en otros territorios, como EE UU, no son aceptables, pero que en países como México o muchos de Latinoamérica ni siquiera se puede expresar el reclamo, pues corren el riesgo de sufrir retaliaciones, como el no ser nuevamente contratados o ser etiquetados de conflictivos.
Una de las exigencias más básicas que plantean, y que está escrita en el Manifiesto con el que se fundaron, es el de ser reconocidos como autores de una obra audiovisual. Explican que no son invitados a las ruedas de prensa ni en eventos de promoción, que sus nombres no son divulgados en boletines de prensa, que otras personas que no participaron en la creación de la obra son las que hablan sobre el contenido aunque no lo conocen como ellos, e incluso, cuando hay que tomar decisiones sobre el mismo, no se les consulta.
“Probablemente el escritor es el más relegado de toda la cadena. Somos invisibilizados, lo que ha su vez ha sido muy normalizado, generaciones tras generaciones. Esto de “no ver” y de “hacer de lado” también impacta en otros temas. Y se olvida que el punto de arranque de toda obra audiovisual es el guion” afirmaron.
Por ejemplo, no pagar por tiempo de un cuarto de escritores, sino por resultado —el guion—, hace que un monto que podría ser atractivo para un trabajo de tres meses, deje de serlo, si luego ese cuarto de escritores se alarga a seis meses o más, a veces por motivos ajenos a los escritores (ejecutivos que cambian sus decisiones sobre el contenido, por ejemplo).
Próximamente darán a conocer los acuerdos de las mesas de análisis, al tiempo que hacen una labor formativa al interior de la organización para que escritores y escritoras hagan un frente común en la defensa de estos derechos.