Daisy Expósito, presidenta de The Bravo Group, agencia hispana de Nueva York, señaló a produ.com que este jueves 13 la empresa reanuda sus actividades.Explicó que ninguno de sus familiares ni nadie de su personal había sido víctima de los sucesos acontecidos. Todos estaban bien. La única preocupación, según sus palabras, recayó en Nilda Vélez, supervisora de Producción de la agencia, que ese mismo día temprano, había tomado un vuelo a Los Ángeles para asistir a los Grammy y de repente se pensó que podía estar en uno de los aviones secuestrados. Pero no fue así.Daisy, brevemente explicó lo que había vivido el martes 11.“La noche anterior me había dormido con el televisor encendido sintonizando CNN, sin volumen, y en efecto, cuando me levanté seguía encendido, pero no me percaté. Estaba arreglándome para irme a la oficina cuando me llama mi suegra por teléfono para decirme que un avión había chocado contra una de los torres del World Trade Center. Yo vivo en un piso 33 que mira precisamente hacia el sur donde están todos los rascacielos. Miro al televisor y veo el edificio con humo y miro por la ventana y veo la misma escena pero en vivo y de repente veo que un avión se acerca a la otra y se estrella…¿Qué puedo decir que no se haya dicho ya?. En estos momentos nos recorre un sentimiento de suma tristeza, como un gran vacío. Nunca hubiésemos pensado que esas cosas podían suceder en Nueva York. Es como estar dentro de una película…Llamé de inmediato a la oficina que está en la calle 19, cerca de las torres, pero todo estaba bien allí. Decidimos que era mejor que los que estuvieran ya en la oficina se quedaran a esperar que pasaba. Llamé al colegio de Gabriel, mi hijo (12 años), pues queda cerca de varias embajadas y me preocupé. Me dijeron que allí también todo estaba normal y que no iban a soltar a los niños, que si quería que fuéramos al colegio a buscarlo. Me fui al colegio con Jorge (mi esposo) caminando, pues no habían taxis, los trenes estaban cerrados, si llamábamos por teléfono a una línea de taxis no respondían. Así que caminamos al colegio. En el trayecto pudimos ver 2 caras de Nueva York. Por una parte, gente que venía caminando que se paraba en las esquinas, conversaba, se quitaba los zapatos de tanto caminar, había solidaridad. La otra, la gente del alto Manhattan, que actuaba como si nada, sentados comiendo en restaurantes, paseaba a sus perros. Ya con Gabriel, de regreso a casa caminando también, pasamos por el hospital que está en Park y la 72, con una gran cantidad de ambulancias y heridos entrando y saliendo. Nos detuvimos en la iglesia San Ignacio de Loyola, entramos (todas las iglesias tenían letreros invitando a la gente a entrar y orar), prendimos una vela y rezamos. Cuando llegamos a la casa y Gabriel miró por la ventana y no vio a las torres sino sólo humo, se echó a llorar”.