En Venezuela fue noticia que dos canales de televisión abierta cedieron espacios para entrevistar al candidato opositor Edmundo González Urrutia durante la campaña electoral para las presidenciales de hace una semana, algo que podría ser normal en cualquier país democrático. Se ha llegado a este punto tras un profundo proceso de censura en los medios privados que tuvo uno de sus hitos en el cierre en 2007 de Radio Caracas Televisión, el primer canal de televisión del país, que pasó a ser parte del enorme aparato orwelliano de propaganda del Gobierno.
Más de 400 medios de comunicación se han cerrado en el país en las últimas dos décadas en Venezuela; más de 7 millones de venezolanos viven en localidades donde no hay ningún tipo de cobertura periodística. Es difícil entender las dimensiones de ese arrase al ecosistema mediático del país. En 2023 el estudio Consumo informativo y cultural en Venezuela. Estado actual y tendencias, promovido por Free Press, Espacio Público y la Unión Europea, hace una importante revisión de los desafíos de informar en Venezuela.
Basados en una encuesta, encontraron que 40% de los venezolanos se informa a través de la televisión, mientras que el 12,4% lo hace por medio de la radio. Solo el 7% visita páginas web de noticias —al menos 65 dominios de webs informativas están bloqueados— y el 0,9% lee periódicos impresos. El resto utiliza diferentes plataformas de redes sociales de manera fragmentada, como Instagram (11,1%), Whatsapp (10,8%), Twitter (2,5%) y Telegram (1,2%).
Los medios independientes digitales que han quedado hacen enormes esfuerzos por tener impacto, con grandes dificultades para saltar las barreras de censura, penetración de internet y precariedad de los servicios y del poder adquisitivo que mantienen desconectados a muchos venezolanos. Si bien la mayoría se informa primeramente por Facebook (47,8%) y WhatsApp (43%), un 10% se enteró de la última noticia que escuchó por un amigo, vecino o familiar, una categoría informativa con más del 50% de credibilidad. “La amplitud de temas y el acceso a grandes cantidades de información no conlleva, necesariamente, a su procesamiento, contrastación y contextualización. Lo cercano e inmediato importa. Los entornos más próximos (casa, trabajo) son lugares privilegiados en la configuración de la opinión pública y sus procesos conexos”, señala en el estudio Johanna Pérez Daza, una de sus autoras.
La misma encuesta da cuenta desde el costado cultural lo que ha pasado en otros sectores. 71,1% no ha leído ningún libro en los últimos seis meses, 78% no ha ido al cine, 92,3% no ha asistido al teatro y 93,5% no ha acudido a ver alguna exposición de arte. Además, 84,1% no ha asistido a festividades tradicionales venezolanas. Mientras 39,4% de la población dice no hacer ninguna actividad cultural o deportiva los fines de semana, 47% opta por entretenerse a través de la televisión por cable, 37,9% por Facebook y 26,3% mediante la televisión abierta. Este es el país que ha perdido su lugar de peso dentro de la industria de los contenidos.
Con la gente centrada en las redes sociales, el Gobierno también ha emprendido contra sus dueños. Nicolás Maduro ha señalado directamente a Elon Musk como parte de una conspiración en su contra. También a Jeff Bezos de Amazon por su plataforma para alojar páginas web en las que la oposición ha colgado los resultados que tiene y validan su triunfo. En medio de su laberinto, recientemente también ha ido contra Tik Tok, una red de la que se apoderó en campaña, e Instagram, por la difusión de videos captados por la gente sobre las protestas.
Los días que han seguido a las elecciones han estado llenos de horas de tensión en la calle. Enormes manifestaciones en contra de los resultados oficiales que dieron a Maduro como ganador para un tercer mandato, seguidas de centenares de detenciones y persecución a opositores, manifestantes y periodistas. A buena parte de los enviados especiales para la cobertura se les ha deportado.
De nada de esto se ha informado en los medios tradicionales, que por años han asimilado las prácticas de censura para sobrevivir. Y en las redes sociales, que también tienen enorme caudal para la desinformación, el Gobierno también ha puesto la vigilancia.
El chavismo ha animado a sus seguidores a delatar a vecinos que hayan participado en protestas o puesto en su estado de Whatsapp alguna muestra de que participó en las protestas recientes. Por eso, en ese terreno en el que se habían refugiado los venezolanos para informarse y también informar lo que está pasando, la conversación ha comenzado a cerrarse, las configuraciones de seguridad se han ajustado y las fotos de perfil se han ocultado por miedo.