La directora y escritora costarricense Natalia Solórzano ha empleado parte de su cuarentena en convencerme de que no tiene que ser ultraproductiva. En la obligada pausa se ha apuntado a algunas actividades web, ha filmado algunas piezas en forma de diario y desde la distancia produce una serie de micros para la TV pública de Costa Rica para reforzar dinámicas lúdicas en los niños y niñas que no están asistiendo a clases durante la pandemia.
Lo que llama la no-presencialidad ha obligado a adaptar los contenidos y también marcará las historias que vienen. “Esto va a marcar inexorablemente las nuevas historias, pero especialmente las nuevas estrategias. Las grandes plataformas y distribuidores, así como los independientes debemos pensar cómo distribuir en línea, cómo enganchar a los públicos a distancia, cómo hacer que vean nuestros contenidos, cómo logramos una interacción con los espectadores”.
Solórzano señala que, al igual que en toda Latinoamérica, los proyectos audiovisuales en Costa Rica están pausados. “Quienes trabajamos de forma independiente hemos visto nuestros ingresos severamente disminuidos los últimos dos meses. Se pausaron las producciones, la publicidad se redujo, los clientes dejaron de invertir en contenido”.
En su caso, el estreno y la distribución de su primera película, Avanzaré tan despacio (con Aguacero Cine) en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, quedó en suspenso con la cancelación del encuentro, al igual que el documental que está escribiendo, Los hombres del calor, sobre un pueblo costarricense donde una rara enfermedad está acabando con los hombres.