(Omar Méndez, Miami). La crisis argentina, la peor en magnitud de su historia democrática, toca de lleno al negocio de la TV paga de toda América. El país tiene a dos de las tres principales operadoras del territorio comprendido entre el Río Bravo y Tierra del Fuego; cuenta con el mercado más importante de toda la región con 5,5 millones de suscriptores; y es el centro referente de los proveedores internacionales, principalmente de las programadoras. La crítica situación financiera de sus MSOs CableVisión y Multicanal, y la desesperante de Supercanal Holding, el tercero en importancia, no pudieron encontrar un escenario menos alentador que el actual. La inevitable devaluación de la moneda –el peso se depreciará entre un 30 y 40% respecto al dólar– resentirá aún más la economía de las operadoras y la de sus clientes. Y ese efecto se hará sentir inevitablemente en el negocio de las distribuidoras de señales internacionales. A la TV abierta local la debacle le aparece en su momento más desolador, con canales al borde del colapso, inversores extranjeros temerosos y un mercado publicitario arrastrado por la situación. Los mismos interrogantes que tiene la industria de la televisión latinoamericana sobre el futuro del país son los que abruman a sus habitantes. Nadie en Argentina conoce el tamaño del abismo en el que se encuentra. Y mucho menos con los indicios erráticos que ofrecen sus devaluados políticos. Eduardo Duhalde, flamante primer mandatario, el quinto en dos semanas, reconoció la quiebra de la economía nacional y el fracaso absoluto de los gobiernos últimos. “Somos absolutamente responsables de todo lo que pasó, todos nosotros, civiles y militares, porque los peronistas somos parte del problema y hoy debemos ser parte de la solución”, dijo al asumir, en un mea culpa que lejos de tranquilizar dispara más la preocupación de los argentinos y de los capitales extranjeros. Duhalde, aupado sólo por el peronismo en pleno y por algunos representantes del gobierno saliente, encarna a la clase política que la mayoría del pueblo ha sepultado por su ineptitud. Hace apenas dos años, como candidato peronista a la presidencia, sufrió una derrota aplastante en las urnas ante el ahora ex presidente Fernando de la Rúa. Durante la administración peronista de Carlos Menem, entre 1989 y 1999, Duhalde tuvo un rol clave, primero como vicepresidente y luego como gobernador de la provincia de Buenos Aires. Fueron los años en que la Argentina y gran parte de sus habitantes padecieron de un mal parecido a la esquizofrenia. Por un lado se levantó una pantalla con una trama política-económica primermundista ficticia mientras en el otro, la parte negada, se construía un pozo económico real que luego devino en abismo. El país entró en quiebra total en 1998, sin bienes propios y con una deuda externa e interna impagable. En 1999, las urnas castigaron con dureza la incapacidad y pésima administración del gobierno peronista. Dos años después, sin embargo, la asunción de De la Rúa queda simplemente como un acontecimiento de ficción. Y quién fue castigado de forma lapidaria por los votantes es ahora el Presidente real. ¿Qué puede esperar el negocio de la televisión de una economía quebrada y de la esquizofrénica política argentina? Las proyecciones a corto y mediano plazo son obviamente pesimistas. El apoyo exterior aparece como clave para atenuar los efectos de la profunda recesión que vive el país. Mientras tanto aparece como imperioso medir, de forma realista y no con burda demagogia, la proporción del abismo para saber cuándo y cómo se puede salir de él.